“BASTARÁ DECIR QUE SOY JUAN PABLO CASTEL, el pintor que mató a María Iribarne” (I) es el primer enunciado y de él deducimos a) que se trata de un narrador-protagonista b) lo que probablemente será la trama y c) que ésta será relatada en tiempo pasado. A nivel connotativo, esta frase indica que se espera por parte del lector familiaridad con el delito y los nombres mencionados, no sólo para efectos de impactar al lector sino como preámbulo para establecer la simbología que regirá la estructura del resto de la novela.
Las ambiciones de Castel en esta narración no son las mismas que pueden tener un novelista, debemos suponer que las ambiciones del narrador-personaje no son basadas en el discurso sino en lo que él supone que es la realidad. Debido al conflicto entre el escritor y el protagonista que hace de narrador, nos encontramos con una marcada contradicción; “Por un lado tenemos a un escritor minucioso, Sábato un hombre que escoge minuciosamente cada frase, y por el otro lado tenemos a un narrador Castel, que se presenta como un improvisador…” (Urbina IS 1.1) Entre estas dos posiciones, podríamos concluir que Sábato incurre a imitar la manera en que seria Castel si en realidad este hubiese escrito la confesión.
El sistema de signos que regirá a través de esta obra es una basada en medios masivos, los hechos son de un homicidio notorio ambientado en la Buenos Aires de principios del Siglo XX con todo el sensacionalismo a que se presta una historia tan descabellada. La estructura de la narración es cronológicamente lineal (lo que contribuye al sabor noticioso); lo que no se espera el lector son las introspecciones con elementos tanto oníricos como (voy a decirlo) existencialistas.
“El discurso de presenta entonces al lector en forma de borrador, sin Haber sido sometido a un proceso editorial, donde el narrador a menudo cambia el curso de la narración, salta de una proposición a otra, se repite a sí mismo y crea una serie de incongruencias…” (Urbina IS 1.1) El autor presenta los cambios en la focalización como si fuesen intencionales para proseguir un juego con el lector en donde el narrador adopta un tono conversacional y espontáneo en donde aumenta las posibilidades de introducir elementos metafóricos y metonímicos sin ser detectado.
“Pero es por la maldita costumbre de querer justificar cada uno de mis actos (V)”
Aunque ya se ha dicho hasta el cansancio que esta obra es “existecialista” el lenguaje narrativo empleado es eminentemente connotativo (y basado en la existencia muy personal), su riqueza neurótica/ descriptiva casi aguarda la ciencia semiótica contemporánea, asimismo el subjetivismo intransigente del mismo abre las posibilidades para un oportuno escrutinio psicoanalítico.
En este breve ensayo centraré mis atenciones en psicoanalizar a Juan Pablo Castel (en adelante JPC), debido a que es el único personaje en la obra a quien se puede hacer este estudio ya que los demás son proyecciones del mismo personaje-narrador. Como es el caso de Nicasio Urbina, hay muchos autores que buscan elementos semióticos como principales en esta obra; sin embargo, es mi criterio que la labor, en esta obra se debe hacer dentro del marco del psicoanálisis debido al tipo de narrador. Ambas prácticas se basan en la libre asociación de ideas y cuando se trata de un narrador omnisciente el análisis semiótico puede abarcar una generalidad más amplia que cuando es aplicada a la narración de una psiquis creada para una obra en particular.
Breve Psicoanálisis de JPC
“…mi soledad no me asusta, es casi olímpica.” (XXI) La belleza nihilista de esta frase denota en términos de psicoanálisis un fuerte impulso de muerte. Baso esta aseveración en la imagen de un olimpo solitario o vacío, simbólicamente es una derogación del paraíso de la deidad; para lograr semejante cometido es de imaginar una extinción que llevase consigo hasta los poderes superiores, que luego crease una soledad generalizada.
JPC es una personalidad de raíz narcisista y melancólica. Los cuantiosos pasajes misantrópicos de esta obra ilustran claramente que el narrador se siente asqueado por los seres humanos y además cree que son incapaces de comprenderlo: “…hasta cierto punto, los criminales son gente más limpia, más inofensiva.” (I). El tono explícitamente apologético de la cita anterior se extiende hasta el crimen del propio JPC; destaca al crimen violento como una forma legítima de ventilar la frustración y (como es implícito en toda apología) lo recomienda.
Las personas en el cronotopo son responsabilidad del protagonista-narrador y el trabajo que hace con ellos es el de caricaturizarlos: “Hunter tenía cierto parecido con Allende (…) pero de mirada escurridiza <>, pensé. Este pensamiento me alegró (…) y me presentó a una mujer flaca que fumaba con una boquilla larguísima. Tenía acento de parisiense, se llamaba Mimí Allende, era malvada y miope” (XXIV).
“No tengo inconvenientes en manifestar que a veces impedía comer en todo el día o me impedía comer durante una semana el haber observado un rasgo; es increíble hasta qué punto la codicia, la envidia, la petulancia, la grosería, la avidez y, en general, todo ese conjunto de atributos que forman la condición humana pueden verse en una cara, en una manera de caminar, en una mirada.” (XI) Además de misantropía, la cita anterior contiene abyección; el grado de asco que se necesita para de dejar de comer (u otras reacciones vómito), tiene que amenazar la distinción entre objeto y sujeto. Este tipo de reacción aparece en una persona adaptada que está expuesta a sangre o heces fecales, o a crímenes horrendos como genocidios. El hecho de que PJC sea afectado a tal grado por una forma de caminar dice mucho sobre su distanciamiento.
Los calificativos que JPC da a las personas denotan un alto grado de introversión y paranoia. La paranoia es simplemente la justificación de la introversión que también trata de ocultar con la misantropía. “Vos misma me has dicho que ahora no es como cuando te casaste. Quizá lo querías como me decís que ahora me querés a mí. Por otro lado, hace unos días, en el puerto, me dijiste que yo era la primera persona a la que habías querido verdaderamente” (XIX)
Según Freud “la introversión denota el rechazo de la libido de posibilidades de satisfacción verdadera y la hipercatexis de fantasías hasta el momento habían sido toleradas por ser inocentes”. En los primeros capítulos el narrador detalla la ansiedad que padece por hablarle a María Iribarne y más adelante la humilla y abusa de ella verbalmente, para terminar asesinándola, de esa forma arruinando efectivamente sus posibilidades de alcanzar jouissance. Otro síntoma común de la introversión es la creación artística de JPC ya que el arte suele ser un método muy efectivo para que una persona se pueda internar en un mundo de completa fantasía para buscar la satisfacción.
JPC mostró estar obsesionado con María Irabarne y él mismo culpa su soledad por ello. Sin embargo, es probable que él haya buscado en ella a la figura maternal propia de una fijación en el complejo de Edipo: “no aparentaba mucho más de veintiséis años, pero existía en ella algo que sugería más edad, algo típico de una persona que había vivido mucho; no canas ni ninguno de esos indicios puramente materiales, sino algo indefinido y seguramente de orden espiritual;” es un poco irónico leer a un narrador tan cínico como éste, repentinamente adjetivizar con la palabra “espiritual”… No obstante es este adjetivo el mayor indicador de la fijación de JPC con una de las primeras etapas del desarrollo psico-sexual.
En dado caso que en efecto JPC tiene una fijación jamás habría llegado al Nombre-del-Padre1: “Diré antes que nada, que detesto los gremios y, en general, esos conjuntos de bichos que se reúnen por razones de profesión, de gusto o de manía semejante.” JPC a través de la obra muestra siempre el mismo tipo de apatía por las figuras de autoridad. La etapa del Nombre-del-Padre sucede a la del complejo de Edipo, porque es en esta etapa en la cual el infante se reconcilia con su padre y lo ocupa como modelo y por ende se acerca a las convenciones a los valores de su cultura.
Las descripciones se centran en los cursos de acción. La ambientación es introspectiva y cuando se sale de la mente se enfrenta con lugares que se describen en nombres. “Compañía T” “El Salón de la Primavera” nombres de calles, etc. Luego de haber asesinado a María Irabarne: “Los relámpagos me mostraron, por última vez, un paisaje que nos había sido común” (XXXVIII). La resistencia hacia la exteriorización y una narración interiorista crea un tipo de estructura psicológica que contribuye a la caracterización del protagonista-narrador como un introvertido.
“…en esos instantes me invade una furia de aniquilación, me dejo acariciar por la tentación del suicidio, me emborracho, busco a prostitutas. Y siento cierta satisfacción en probar mi propia bajeza y en verificar que no soy mejor que los sucios monstruos que me rodean” (XXI)
Aquí el impulso a la muerte es explícito. Lo que es implícito es el narcisismo, JPC necesita probarse a sí mismo que es igual a otros. Si nos ubicamos, notamos que él escribe desde una institución psiquiátrica por homicidio y aún pone en tela de duda la calidad de su carácter. El homicidio en sí, y las circunstancias del mismo confirman que JPC es un psicópata.
Notas Finales
La estructura narrativa y la cronología lineal, simplificaron la obra a un punto que se pudo concentrar todo el trabajo literario en función del psicologuismo de la obra. En esta novela se usa el modelo de la novela policíaca, de antemano, eliminándose los incentivos y las dudas que el lector típicamente tiene, dejando únicamente al móvil.
La soledad de JPC es impuesta por sí mismo pero él es incapaz de verlo. Es irónico que la locuacidad y la avidez para razonar que tiene el personaje-narrador sea su mayor barrera para enfrentarse a sí mismo y poder ayudarse. Según Freud: “Mientras más arraigado y racionalizado se vuelva un síntoma, más resistente será al tratamiento.”
El amor que JPC dice sentir por María Iribarne está basado su complejo de Edipo y en la ventana que él pinto lo cual probablemente sea únicamente una proyección de su propio ego. Creo que esta tesis es presumible si se parte de la base que JPC es un narcisista melancólico. JPC es un narcisista porque debido a su introversión ha desarrollado una gran autosuficiencia, prueba de ello la soledad recurrente en su discurso. Y melancólico porque se encuentra insatisfecho con el mundo que le rodea; caricaturiza a los demás, detesta las asociaciones, etc.
El personaje-narrador de JPC resulta brindar muchas oportunidades al verdadero autor para ventilar sus propios sentimientos misantrópicos, narcisistas, y otros expresados. Es ampliamente conocido que los métodos más usuales para lidiar con lo abyecto es con la catarsis religiosa o poética. Como dijo Kristeva “De cerca, toda la literatura es probablemente una versión del Apocalipsis que parece estar arraigada, sin importar condiciones socio-históricas, en la frontera donde las identidades (sujeto/ objeto, etc.) no existen o sólo aparecen en dobles, borrosos, heterogéneos, metamorfizados, alterado o abyectos”.
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